Escribe: Edgar Palomino
Colaborador

Frontal y temperamental cuando habla de box, con el estilo de bacán del barrio, como cuando iba al ataque en sus mejores épocas de boxeador. Es viernes por la noche. Viste una camisa ancha manga corta, color rojo y estampada con coloridas flores, pantalón beige y zapatillas del mismo color. La gorrita con visera adelante le da apariencia de antiguo cantante salsero, de los bravos. Un bacancito. Así es Luis Rivera Espinoza, un limeño nacido en el antiguo barrio de Mendocita en La Victoria, “Campeón de campeones”.

A sus 80 años de edad sigue enseñando los secretos de su profesión a los jóvenes que buscan hacerse un camino en el difícil deporte de las “narices chatas”. Sus movimientos de ataque y defensa son innatos mientras que a sus dirigidos les cuesta hacerlos con espontaneidad y destreza.

Cuenta que puede retornar a México para seguir sus planes personales, pero prefiere seguir en Lima enseñando a los púgiles novatos que cada viernes compiten el ring de la Municipalidad de Lima, en el Parque La Muralla donde se realizan combates calificativos para los “Guantes de Bronce”, en trabajo conjunto con la Federación Peruana de Boxeo.

Luis Rivera fue Subcampeón Mundial en el torneo “Cinturón de Diamante” realizado en México en 1959. Esta presea oficial le valió para que el Instituto Peruano del Deporte le otorgara los Laureles Deportivos en el Grado de Gran Oficial. En su amplio palmarés también está inscrito el título de “Campeón de campeones” como ganador absoluto de un torneo realizado en Puerto Rico en 1962.

Entre sonidos de la pesada e histórica campana traída desde “La Bombonera” y el aliento de la tribuna, nos enfrentamos a solas. Suena la campana y se enciende la grabadora. El periodista lanza la primera pregunta y él responde sin callarse nada.

PERSEVERANCIA

Su historia deportiva está llena de éxitos y es un ejemplo del tesón y perseverancia para lograr lo que uno se propone. Como buen victoriano de Mendocita, tuvo muchas veces que imponer su destreza y buena pegada para ganarse el respeto de sus circunstanciales oponentes en las calles.

En ese camino de golpes y coronas, mucho le ayudó su personalidad, perseverancia e inquietud por ser un gran peleador. Los mayores –dice- le hacían pelear con cualquiera y “siempre tiraba pa´delante, sin guantes, a la criolla”.

INICIOS

Orgulloso nos relata su trayectoria. Su primera pelea fue en 1955 llegando a ser el campeón interbarrios en su categoría y luego se coronó Campeón Interclubes y continuó así hasta ser Campeón Nacional de los “Guantes de Oro”.

En el plano internacional, un año después de su debut, en el 56, quedó en tercer lugar en Uruguay. Pagó el noviciado y aprendió cómo eran las competencias internacionales en la categoría mosca. En el 57 campeonó en Chile y al año siguiente obtuvo el Subcampeonato en el Sudamericano de Lima, a pesar de tener la mano lesionada. “Me quisieron mandar a las Olimpiadas, pero no me gustó. Me preparé para el Mundial de México”, refiere.

Estando en México, en 1959, ganó cuatro peleas hasta llegar a enfrentarse al dueño de casa: Carlos Gómez, quien –según sostiene- le ganó en mesa gracias al fallo localista de los jueces. Pero esa noche, el público lo aclamó como verdadero ganador y en hombros fue llevado hasta su hotel que quedaba a tres cuadras del escenario.

Vino la revancha en Puerto Rico, en 1962, ambos eran profesionales. El combate estaba pactado a 10 rounds, pero Lucho Rivera con su fina técnica y estilo pícaro lo noqueó en el cuarto asalto. En ese gran torneo le ganó al japonés ex campeón mundial Kapsuro Suito, luego al panameño Mario Moreno y a un tailandés antes de pelear por el título frente al portorriqueño “Ratón” Mujica, el segundo en el ranking mundial. Tras un intenso combate a 12 asaltos logró vencerlo y se llevó el título de ‘Campeón de Campeones'”.

DE PELOTERO A PELEADOR

Corría el año 1954, y Lucho corría en los campos de fútbol tras la pelota de trapo y no le corría a las patadas, típico de los delanteros antiguos. Así llegó a los juveniles del Deportivo Municipal, e incluso, ese año fue llamado a la Selección Juvenil que se alistaba para participar en el Sudamericano de Caracas, Venezuela. Feliz estaba él porque su sueño empezaba a hacerse realidad, alternando con otros destacados futbolistas como Juan “Loco” Seminario, Loret de Mola, Oscar Montalvo y Hugo Nateri, entre otros. Era un flaquito de 48 kilos. “Una pierna de Juan Seminario era mi espalda”, comenta con picardía.

Antes de ir a entrenar al Estadio Nacional, el grupo de muchachos se reunía en la Plaza Manco Cápac. Gastando bromas en patota pasaban por la Puerta 11 del coloso de José Díaz. En una ocasión vieron a un boxeador que estaba entrenando solo. Juan Seminario le dijo: “Mira, ese zambo está loco. Pregúntale a quién le está pegando”. Por palomilla y curioso, Riverita se acercó al púgil.

–       Maestro, maestro ¿a quién le está pegando?

–       A mi sombra…

–       Maestro, pero si aquí no hay sol…

“Hacer sombra” es una técnica del entrenamiento que consiste en pelear con un rival imaginario.

En otra ocasión, Nateri le pactó una pelea en “La Bombonera”. Habló con el entrenador oficial y lo retó, destacando las cualidades de su amigo Lucho Rivera. Junto con Seminario lo subieron al ring. Cuando se dio cuenta ya tenía los guantes puestos y a su rival esperándolo en la otra esquina. Tras hacerlo sangrar por la nariz detuvieron el improvisado combate, el entrenador se le acercó y lo invitó a entrenar si quería ser boxeador.

Luego de pensarlo mucho, decidió dejar la selección de futbol ´porque sintió el llamado de los guantes. En las dos semanas que la oncena peruana estuvo en Caracas, lo inscribieron en los “Guantes de Oro”, donde disputó el título de la categoría mosca.

MAMÁ PEGA

Le costó mucho quedarse en el pugilato. Incluso su mamá no sabía que él se dedicaba a este difícil deporte. Ella le advirtió que si alguna vez lo vería pelear en la calle, lo castigaría. Siempre se oponía, solo quería que su hijo sea una buena persona y un profesional, para lo cual debía ir puntualmente al colegio a estudiar. “Mi mamá me rompió la cabeza, porque dejé de estudiar, me metió un cucharonazo en la frente”, recuerda, señalando la cicatriz en su frente.

“Mamá, voy a llegar a ser campeón mundial”, le aseguró un día cuando ella lloró de emoción al verlo ganar y le pidió que dejara el boxeo.

CUESTIÓN DE CINTURA

De acuerdo con su versión, en México llegó a ser considerado como uno de los mejores del mundo por su estilo y elegancia de boxeo, que combinaba la picardía con el baile dentro del ring. Lamenta que ahora se haya perdido esta forma de pelear. Es un crítico de la técnica cubana que hoy siguen los boxeadores peruanos.

Su secreto para tener fuerza y letalidad en los golpes está en el movimiento de la cintura y la espalda. Explica que la columna vertebral es como un perno que gira con fuerza al momento de dar un golpe letal, pero sin mover los pies, y sin bajar la guardia.

Sigue lanzando sus comentarios y el redactor recibe el impacto de la voz en la grabadora. No se calla nada y dice que los boxeadores actuales no saben pelear y que hacen espectáculos pocos vistosos.

Con 80 años a cuestas, quiere cambiar radicalmente el estilo del boxeador peruano. Pide a los dirigentes de la federación “Que me den tres meses nomas, y si no, que me retiren mi pensión de gracia que me están dando por mis laureles deportivos. Yo tengo mi sueldo de México”, acota desafiante. Así, le da pocas esperanzas al boxeo peruano en los Panamericanos 2019 que serán en Lima. “Con esa técnica no le ganamos a nadie. La casa se respeta”, señala tajantemente.

LA VOZ DE LA EXPERIENCIA

La experiencia de Lucho Rivera tiene mucho peso. Su trayectoria exitosa le da autoridad para aconsejar a los nuevos valores que recién empiezan y quieren dedicarse al boxeo profesional. En ese sentido, recomienda que los futuros boxeadores deben empezar a practicar desde los 15 años de edad, pues él comenzó a los 16.

Además, es fundamental que el deportista tenga mucha disciplina en su vida personal. Acostarse y levantarse temprano a correr, y comer a sus horas. Nada de fumar, y licores, solo un brindis en circunstancias especiales. Durante la etapa competitiva se requiere de “Mucha disciplina y obediencia a su entrenador. Mucho vale la esquina, la experiencia del entrenador”, subraya.

Lucho Rivera, “Campeón de campeones” continuó peleando hasta 1978, cerrando así una trayectoria de veinte años defendiendo los colores peruanos con sus puños, dando y recibiendo golpes con valentía, como buen peruano que se respeta. Con el dinero que le permitió ahorrar el boxeo se convirtió en un empresario del transporte público, donde ahora pelea con otros rivales… en el terrible tráfico de Lima.

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