Escribe: Mario Castro Ganoza
[DESDE TOKIO]
Si bien las cosas todavía no se han salido completamente fuera de control, las autoridades japonesas y organizadores de los Juegos Olímpicos Tokyo 2020 están pasando más trabajo de lo esperado para llevar a cabo lo que al menos en el papel, se anuncian como unos juegos “seguros y protegidos”.
A falta de cuatro días para la inauguración oficial de las olimpiadas, el primer problema al que se están enfrentando los organizadores es saber cuáles son los puntos débiles de la burbuja sanitaria que han montado para mantener aislados a los participantes en los juegos del resto del país, ya que solo entre el sábado 17 y el domingo 18 se reportaron 25 contagios de COVID-19, los cuales se suman a los 30 ya registrados desde el pasado 13 de julio, día en el que se abrió oficialmente la Villa Olímpica y el Centro de Prensa de los juegos.
Dentro de los contagios reportados dos de ellos fueron de atletas que se hospedan en la Villa Olímpica, donde ya se encuentran instalados miles de deportistas de todo el mundo, con el peligro que ello significa para la realización de las competencias, ya que un atleta contagiado así se encuentre vacunado y sea asintomático, es un atleta que, de acuerdo a las reglas, no puede competir.
Justamente, los dos casos reportados en la villa son los de dos futbolistas sudafricanos que, dentro de tres días, jugarán el partido inaugural de su disciplina contra el anfitrión de los juegos: Japón. El rastreo epidemiológico ha establecido que los dos contagiados tuvieron contacto con otras 21 personas, todas jugadores del mismo equipo lo cual no hace más que aumentar las dudas sobre la realización del partido inaugural que se debe jugar el jueves.
Fuera de la Villa Olímpica, en los campamentos de entrenamiento de diversas disciplinas que se han montado en las prefecturas aledañas a la capital, también se han detectado varios atletas contagiados, atletas cuya identidad es mantenida en absoluta reserva por la organización.
Por ejemplo, se habla de atletas contagiados dentro de la delegación rusa o del caso registrado en un hotel ubicado en la prefectura de Shizuoka, al sur de Tokio, donde se encuentra hospedada una parte de la delegación brasilera que ha sido puesta en observación inmediatamente.
Sin embargo, la noticia más saltante en cuanto a contagios fuera de la Villa Olímpica se refiere, se registró el lunes 19 cuando se filtró la información sobre una gimnasta estadounidense que, al parecer, habría dado positivo en una prueba realizada al mediodía. La relevancia del caso estriba en que la atleta, que se encuentra practicando en la ciudad de Inzai ubicada en la prefectura de Chiba, sería la medallista olímpica y cinco veces campeona mundial, Simone Biles.
Si bien los contagios registrados hasta la fecha en torno a los juegos son 55, 10 de ellos según los organizadores son de personas llegadas del extranjero, y si bien nadie habla abiertamente de ello, el temor y la incertidumbre que flota en el ambiente es que las medidas de contención se desmoronen y se registre una explosión de contagios cuyas consecuencias serían completamente imprevisibles.
Todo esto sucede mientras la capital del país se encuentra en estado de emergencia, y desde hace cinco días consecutivos viene registrando más de mil contagios. El sábado 17 la cifra llegó a los 1,410 casos, un récord que no se registraba desde hace seis meses.
Por si todo esto no fuera suficiente, los organizadores han tenido que hacer frente a la deserción de un atleta, el levantador de pesas ugandés Julius Ssekitoleko de 20 años, que el viernes desapareció de un campamento de entrenamiento preolímpico que organizaba la ciudad de Izumisano ubicada en la prefectura de Osaka.
El atleta, que dejó una nota en la que indicaba que pensaba vivir y trabajar en Japón porque la vida en Uganda “era difícil”, y en la que le pedía a sus compañeros que le entregaran sus cosas a su esposa cuando regresen a su país de origen, fue ubicado el lunes en la mañana por las cámaras de seguridad de la estación de tren de Nagoya, ciudad donde reside una numerosa comunidad de ugandeses. Hasta ahora su paradero es desconocido.
Más allá del aspecto migratorio, la fuga del atleta ugandés pone el foco en las medidas de seguridad implementadas por los organizadores de los Juegos Olímpicos, las cuales se suponía, debían establecer un cerco antivirus que evitaría que cualquier deportista o persona llegada desde el extranjero para los juegos, tuviera contacto con la población japonesa. Al menos durante los primeros 14 días. Empeño que, a la luz de los hechos, ha fracasado estrepitosamente.
Sin embargo, la cereza en el pastel de la (des)confianza en los organizadores de los juegos la ha colocado uno de los principales patrocinadores de Tokyo 2020. Adicionalmente, la empresa comunicó que no transmitirá dentro de Japón, comerciales de televisión alusivos a los Juegos Olímpicos, lo cual ha sido interpretado como un intento de que la imagen de la empresa no se dañe en caso de que las cosas no salgan bien respecto al control de los contagios, pero también por la fuerte oposición de una parte de la población local a la organización de los juegos.
La firma, sin embargo, indicó que apoyará “plenamente a los atletas y contribuiremos a los juegos proporcionando vehículos y por otros medios”.