Escribe: Franco Sánchez Rodríguez
Fernando para los conocidos, ‘Nando’ para los amigos y tío ‘Chano’ para sus queridos sobrinos. Luis Fernando Muñoz Munayco es el nombre del boxeador que nos representará en los Juegos Panamericanos Lima 2019. Medallista de bronce en los Juegos Suramericanos del 2014 y en los Juegos Bolivarianos del 2017, Muñoz tendrá en Lima 2019 la oportunidad de hacer respetar la casa y de llegar a la cima del podio en los +91 kg.
Criado en la localidad de Santa Rosa, en Pisco, Fernando llegó a los guantes y al cuadrilátero de la manera menos esperada. Con 175 kg encima, tuvo la necesidad de hacer deporte por un tema de salud. Sus pininos, de la mano de su amigo y hermano Rocky Hurtado, fueron en la lucha y en el vale todo. Sin embargo, asuntos laborales lo impulsaron a practicar boxeo, para aprender a defenderse, mas no para algo que esté ligado a su vida perennemente.
“Es un deporte completo. Tienes que correr como un fondista, estar en péndulo como un taekwondista, tienes que manejar tu mano adelantada como un esgrimista, hay que hacer de todo”. Así describe a la disciplina que tanto ama.
Transcurría el 2007, cuando sucedió la tragedia que enlutó a miles de peruanos en el sur del país: el terremoto de Pisco. Por aquel entonces, él ya residía en Ica junto a sus padres y a su hermana, pero tenía a parte de su círculo familiar viviendo en el lugar de los hechos. Tiempo después, y debido a circunstancias ligadas al desastre natural, es que conoció a Carlos Muñante, su descubridor. El iqueño Muñante fue bicampeón sudamericano en el mundo de los púgiles.
Con la escuela de Cuba gracias a Bárbaro Álvarez Lazo, quien estuvo con Fernando después de su paso por la academia de Muñante Villamares, es que llega a la capital para integrarse a la selección peruana, allá por el 2012. Desde esa fecha vive en el Estadio Nacional. Momentos duros y difíciles fue los que le tocó atravesar. El camino fue muy complicado, pero su fuerza de voluntad siempre fue mucho más grande. Ahora es momento de seguir demostrándolo.
¿Qué tal fue tu etapa escolar? ¿fue dura por lo de tu sobrepeso?
No, fue muy divertida en realidad. La pasaba bien con todos mis compañeros, éramos un grupo muy unido, un mate de risa. Fue una etapa muy bonita para mí. El bullying lo sufrí en mi barrio. La gente se burlaba por el sobrepeso, se mofaba y eso me hacía, bueno soy, una persona introvertida. Soy callado y observo mucho, no me abro así nomás con la gente. Las cosas que pasé me indujeron a cambiar mi físico, por mi bienestar y mi salud.
Y cuando ya eras boxeador, ¿cómo fue el retorno a tu barrio?
Ahí se vio el cambio (risas). Ahora ellos están gordos, ‘tíos’, ya no pueden ni jugar partido. Cuando viajo a Ica estoy con mi familia, pero a media cuadra de mi casa está el punto de encuentro donde paraba con mi ‘patas’. Siempre nos juntamos y conversamos, me preguntan que cómo me fue y me motivan. En los momentos más complicados me apoyaron. En el 2007 hubo un pequeño desbalance en mi hogar porque no había ingresos, recuerdo que ellos compraban la comida que mi familia vendía. Esa gratitud queda.
¿Cómo se dio ese desbalance?
El negocio de ropa que tenía mi familia quebró y mi papá se quedó endeudado. Su sueldo de obrero no le permitía cubrir los gastos de la casa y pagar los préstamos que tenía. Como no había otros ingresos optó por vender comida. Poco a poco se fue saneando todo y gracias a Dios ya estamos más tranquilos. Por eso también empecé a trabajar, porque ya no quería ser una carga; al contrario, quería apoyar.
¿Estuviste en Pisco cuando ocurrió el terremoto del 2007?
No, estuve en Ica. Para esa fecha recuerdo que había agarrado por costumbre ir todos los días al gimnasio, que quedaba a 15 minutos de mi casa en carro. Estaba haciendo pesas y de la nada parecía que pasaba un camión, pero luego toda la gente empezó a gritar: ¡terremoto, terremoto! Salimos, y como nadie nos quería llevar tuvimos que hacer una caminata como de una hora. Era una oscuridad absoluta, todos preocupados. Fue terrible.
Imagino la preocupación por la familia (abuelos, tíos) que todavía tienes en Pisco…
Mi tía vive en Pisco Playa y estábamos con el temor del maremoto. A todos los tenían como refugiados en el campo ferial, porque era una zona alejada de la playa. Fue muy feo. Recuerdo que fui a la semana y Pisco olía a muerto. Era horrible.
¿Lo que ocurrió afectó la rutina que tenías? En cuanto a entrenamiento se refiere…
Lo único que hacía era salir a correr, nada más. Fue por esa anécdota que conozco a Carlos Muñante. Por esas fechas llegaban donaciones al distrito donde yo vivía, cajas y cajas, pero el alcalde no lo repartía con la gente, solamente con sus regidores y allegados. Entonces, los ciudadanos se enteran de eso y querían saquear la municipalidad. Ahí es cuando llega Muñante, que ya para esa época era un policía en retiro. En ese instante él me ve y me dijo que tenía condiciones para el boxeo. Fue pura coincidencia.
¿Cómo así te vio? ¿estabas en la calle?
Claro, la municipalidad queda en la plaza. Justo esperaba mi carro para ir a entrenar, vi que la gente estaba amotinada y me acerqué por curiosidad. Observo y escucho que él comenta con otra persona: ‘tiene buena talla’. Fui y regresé del gimnasio y él seguía allí. Me llama y me dijo: ‘te invito para que vayas al IPD’. Ni siquiera me vio pelear, fue por su ojo de entrenador que me sacó al toque.
Fernando, me dijiste que eres introvertido, pero en los entrenos se te ve muy alegre y unido con tus compañeros. ¿Ese cambio se da solo con la selección?
Sí, es que esta es mi segunda familia. Como te comenté, me abro cuando siento confianza, entonces acá estoy riéndome, molestando y animando a la gente. Los muchachos también me siguen el juego, pero todo en buena forma, lo hacemos para motivarnos.
Hablas acerca de la importancia de tu familia, ¿naciste en una familia constituida, con tu papá y tu mamá al lado?
Sí, todos vivimos en la misma casa. Mi hermana ya tiene sus hijitos y yo los quiero como si fueran los míos, ellos son muy importantes para mí. Si estoy acá es porque quiero darles algo mejor. Uno sube al ring enfocado en hacer una buena pelea, pero hay un momento determinado en que no sabes cómo reaccionar. Es ahí cuando se me viene a la memoria mis sobrinos. Imagínate, si gano una pelea ya prácticamente estoy en el medallero y puedo obtener el departamento. Es una oportunidad única.
Eso quería comentarte. Antes de que salga la promulgación de la ‘Ley de la Vivienda para los Medallistas’, ¿la inspiración y la motivación era la misma?
Sí, la motivación siempre ha estado, por querer superarte, por mejorar tu status y tu calidad de vida. Porque tal vez con el dinero que te dan por la medalla puedes dar la inicial para una casa o un negocio. Gracias a Dios tengo trabajo, ya que no recibo sueldo del IPD y la región Ica no me apoya para nada. Doy clases de lunes a viernes en San Antonio de Huarochirí y los viernes y sábado en Matucana. Termino de entrenar, almuerzo y salgo corriendo para allá.
¿Te gustaría que tu sobrino, o alguien al que quieras, se dedique al boxeo?
Encantado de que hagan deporte en realidad. Si quieren entrar al boxeo tienen que ser conscientes de que es muy sacrificado, se necesita ser constante y tener bastante disciplina. Aquí estás alejado de la familia. Muchas cosas te van a influir. Por ejemplo, en el 2014 llegaron bastantes boxeadores de provincia, pero ninguno aguantó. Estuvieron cuatro meses y ya no dieron más, que mi papá, que mi mamá. Si no estás preparado psicológicamente para esto, no es lo tuyo.
¿Cuál es la realidad del boxeo peruano?
Estamos muy por debajo de los demás países, por el tema de que todos nuestros rivales han estado viajando, preparándose y participando en distintos torneos. Brasil estuvo en Rusia, Cuba por Finlandia, nosotros en cambio hacemos sparring con los boxeadores profesionales, que no es malo, que nos ayuda de muchas formas, pero ese roce internacional que necesitamos no lo tenemos. Lo más curioso de todo es que plata hay, eso es lo que me parece un poco extraño. Bueno, al fin y al cabo, es un tema dirigencial y yo no me meto en eso.
¿Afectará al momento de afrontar los Juegos Panamericanos o ya depende de cada uno?
Eso ya depende de cada uno, del corazón y las ganas que le ponga. Muchas veces eso no te va a ayudar, porque con corazón solo no basta, ya que también tienes que ser muy lúcido. Pero vamos a ver que nos depara el destino.