Jonathan Maicelo es un boxeador a tiempo completo. En Estados Unidos, país al que se mudó hace algunos años, vive acompañado de sus entrenadores, de su manager, de los guantes, de los sacos y de las vendas. Ellos, junto a su talento en el ring, se han convertido en su mejor equipo, en la esquina que lo anima a alcanzar su más grande sueño: ser campeón mundial.
Para lograrlo ha elegido el camino más largo. Y es que en este mundo, andar por la vida siéndole fiel a tus principios no es precisamente decidirse por la ruta más fácil. Hay que estar dispuesto a pelear cada día, a sentir el esfuerzo de cada paso que se avanza. Es un camino para valientes y Jonathan está demostrando que lo es.
Hoy, ajeno a las ofertas de los programas de televisión, las únicas luces que lo alumbran son las que se prenden cada vez que entra al cuadrilátero. El 28 de agosto ganó su última pelea, fue ante el estadounidense Brandon Bennett por decisión unánime de los jueces. Aquella vez, terminada la alegría por haber triunfado, sintió el injusto olvido de sus compatriotas.
“Esta vez he peleado en Washington D. C. y los peruanos en Estados Unidos me dijeron que no fueron porque viven lejos de ahí, pero cuando fue la selección peruana de fútbol acudieron muchos de ellos. No me parece mal que vayan, pero si van a apoyar a los peruanos que sea a todos”, nos cuenta.
Maicelo aprovechó sus días en Perú para presentar su marca de ropa Bravone. Como él dice, “comprando no solo se llevarán un buen producto sino que ayudarán a un deportista que se dedica cien por ciento al boxeo”. Pronto volverá a Estados Unidos para tentar otra vez una oportunidad por el título, una opción que está muy cerca.