Escribe: Franco Sánchez Rodríguez
Naomi Espinoza conoció el deporte cuando solo tenía 3 años. Su madre Valentina Guablocho, al ver que su hija padecía de asma, decidió matricularla en clases de natación para ver si así podía empezar a curar esta enfermad.
Dos años después cambió el traje de nado por el karategi y la piscina por el tatami. Naomi empezó a practicar karate y al poco tiempo se convirtió en una de las más destacadas de su clase. Los diplomas empezaron a llenar su vitrina y su madre, emocionada, ya la vislumbraba como la futura campeona nacional. Sin embargo, a pesar de que sus resultados no eran tan buenos como en el karate, Naomí pidió volver lo que la hacía más feliz: nadar.
Ella era feliz en la piscina y solo ahí. No le gustaba correr, no manejaba muy bien la bicicleta y le tenía miedo al mar. ¿Cómo así se hizo triatleta? Por aquello que la movió desde el inicio: la felicidad. Eso la hizo vencer el miedo y mejorar en aquello que le hacía falta hasta convertirse, con 16 años, en la primera triatleta peruana que clasifica a unos Juegos Olímpicos de la Juventud.
Si bien privarse de fiestas y de reuniones no ha sido un castigo para ella, porque no le llaman la atención, su vida ha cambiado rotundamente. Su padre (profesor de educación física), su madre y sus tres hermanos son testigos de ello y están más que orgullosos. Esta es su historia.
Cuando eras pequeña, ¿te desenvolvías mejor en alguno de los tres deportes?
En natación no me iba muy bien, más que todo lo hacía por el asma. En karate era todo lo contrario, llegué a ser cinturón marrón y subcampeona nacional en kumite y kata; sin embargo, al final lo terminé dejando.
Preferiste estar en el agua que en el tatami…
A mí no me gustaba mucho el karate, en cambio sí la natación. Por eso, cuando mi mamá me mandó a decidir, porque tenía que quedarme con uno, elegí nadar. En ese momento fue la mejor opción y hoy no me arrepiento.
Y cómo así conociste el triatlón…
Entré al YMCA Surco por natación, allí mi entrenador Ángelo Ballón ya enseñaba triatlón en su club ‘Wayllack’. Un día él nos llevó a un control, pero no nos dijo sobre qué era. Solo nos mencionó que corramos y que sea lo que salga, igual iba a estar bien. Hasta ese entonces, a mí nunca me había llamado la atención correr. ¡Nunca!
Cuando viste bien la prueba, ¿qué pensaste?
Pensé que nunca iba a hacer eso. No me imaginaba haciendo 20 kilómetros de bicicleta, sobre todo porque es mi debilidad. Además, le tenía mucho miedo al mar, llegaba máximo hasta la orilla, nada más.
¿Aquel control que tuviste te marcó bastante?
Esa competencia fue en 2016, fue la primera vez que hice triatlón. Recuerdo que pude conseguir la marca necesaria para ingresar a la selección. A final de esa temporada la federación nos llevó a una base de entrenamiento en Buenos Aires (Argentina).
¿Qué tal fue esa experiencia en Argentina?
En el campamento sufrí una caída, estuve varios días sin entrenar por el dolor. Monté mal la bicicleta y me golpeé. Recién estaba agarrando una bici, tenía menos de un mes de práctica, no sabía cómo montar, ni cómo bajar, ni manejar con una mano. Mi mamá se molestó mucho cuando se enteró. Ella lo supo recién cuando yo regresé, por eso se amargó más.
¿Tu vida ha cambiado luego de la clasificación a estos Juegos?
Bueno, creo que ahora todos me conocen. Me incomoda un poco el cambio, no soy de las personas que le gusta que la estén llamando para entrevistas y eso. Ni siquiera el mismo día pude procesar bien lo que había hecho, poco a poco trato de asimilarlo.
¿Ya sabes qué es lo que vas a hacer cuando acabes el colegio?
El otro año es fijo que voy a empezar la carrera de Nutrición, mi mamá no quiere que deje de estudiar. Aunque si por mí fuera me tomaría seis meses para poder experimentar y saber qué es lo que quiero exactamente. Deseo ver cómo es la vida afuera, me encanta viajar y conocer personas.
¿Cómo te ves en Buenos Aires 2018?
Pienso que puedo salir en el primer pelotón en natación, en ciclismo trataría de pegarme y en la carrera comenzar a pasar. Espero ubicarme en el top 10 del torneo.