Redacción ELPOLI.pe
Luvo Manyonga creció en Mbekweni, Sudáfrica, en una zona donde abundaba la pobreza, el crimen y las drogas. Hace tres años era un adicto a los cristales de metanfetaminas y vivía en la calle. Hoy, con 26 años, es subcampeón olímpico (Río 2016) y recientemente coronado campeón mundial de salto largo en Londres 2017.
Su vida deportiva empezó en el 2010, a los 19 años fue campeón mundial juvenil y al año siguiente ocupó el quinto lugar en el Mundial Absoluto en Daegu.
Fue en ese momento en que la fama llegó y de la mano, también el dinero. A los 21 años tuvo un resultado analítico adverso en un control antidopaje por consumir “tik” (metanfetamina de cristal barata que se usa en las zonas pobres de Sudáfrica) y fue sancionado con 18 meses de suspensión.
Debido al castigo, se perdió los Juegos Olímpicos Londres 2012 y se refugió en las calles de su antiguo barrio. Sin embargo, John McGrath, un irlandés que decidió ayudar al muchacho, lo encontró y lo contacto con Mario Smith, su entrenador, y ambos fueron apoyando a Luvo para poder salir adelante.
Ya en el 2014 y con la suspensión levantada, sucedió un hecho que volvió a golpear a un rehabilitado Luvo. Smith falleció en un accidente de tránsito cuando iba a verlo a un entrenamiento. Afectado por la muerte de su “padre”, el saltador no asistió al funeral, se dejó influenciar por sus amigos y recayó nuevamente.
Pasado este incidente, Manyonga y McGrath fueron citados al parlamento sudafricano, donde se reunieron con el consejo de ese país. McGrath solicitó un entrenador idóneo para Luvo. El apoyo tardó, pero en el 2015 recibieron el apoyo necesario.
Logrado el objetivo, Manyonga se instaló en el Centro de Alto Rendimiento de Pretoria con una beca para estudiar en dicha ciudad sudafricana. Ya en Río 2016 demostró que estaba de regreso al conseguir la medalla de plata. En marzo del 2017 saltó 8.62m y el viernes demostró ser el mejor a nivel mundial tras ganar la medalla de oro en el Londres.
Su salto en el Estadio Olímpico de la capital británica fue de 8.48 metros y hoy, ya rehabilitado, se ha trazado la meta de quebrar los míticos 8.95 metros que mantienen, desde 1991, al estadounidense Mike Powell como dueño del récord mundial en esta especialidad.