Escribe: Margarita Rivera Monforte
Desde Brasil
Dicen que el fuego significa la grandeza de los Juegos Olímpicos. En Río 2016 significa más que eso. Es la calidez de su gente, el calor de su música, la inmensidad de su territorio, pero sobre todo, su bienvenida al mundo, representado en 206 naciones unidas por la competencia deportiva.
Eso es lo que quedó demostrado en la emotiva y majestuosa ceremonia de inauguración realizada en el mítico Maracaná. Ese escenario que vio tantas veces celebrar al Rey Pelé, pero que en esta oportunidad se rindió a la sonrisa afable de Vanderlei de Lima, medalla de bronce en los Juegos de Atenas 2004, el encargado de encender el pebetero olímpico.
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Vanderlei tomó la posta de Hortensia, la brillante basquetbolista local, quien, a su vez, recibió la antorcha de manos del recordado tenista Guga Kuerten, campeón de Roland Garros, a quien se voceaba para el encendido, lo mismo que a Ronaldo, el ‘Fenómeno’
Pero ese fue solo el momento culminante de un espectáculo que tuvo de todo, incluso desde el show previo a la ceremonia oficial. La reivindicación de su historia, el culto a su música, la lucha por defender a la naturaleza y la búsqueda de la unidad y paz mundial fueron los temas de las distintas alegorías que se exhibieron.
“Tengo el orgullo de ser un atleta olímpico, del voleibol, que estuvo en los Juegos de Tokio 64 (…) y hablar frente a los atletas del mundo (…) En nombre de todos los brasileños doy un mensaje de paz y unión a través del deporte”, dijo Carlos Nuzman, presidente del Comité Olímpico Brasileño.
Y el agradecimiento del suizo Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, fue celebrado por los más de 80 mil espectadores que estuvieron presentes en el Maracaná. A partir de hoy, las medallas, los records y los diversos momentos que surgen de la competencia serán el centro del mundo hasta el 21 de agosto, cuando la flama que hoy fue encendida se extinga hasta dentro de cuatro años más.