Escribe: Franco Sánchez Rodríguez

Hace un año, Arturo Yarasca estaba en su casa de Chorrillos cuando terminó de ver una película y decidió que no tenía más tiempo que perder. La historia de Ramón Arroyo, un ciudadano español que sufre de esclerosis múltiple y que tomó la iniciativa de terminar un Ironman (una de las modalidades más largas del triatlón), lo transformó por completo.

 

“Había hecho la promesa de correr al menos un maratón al año y lograr que mi hijo, al crecer, pueda correr conmigo. Esa promesa se rompió este año porque conocí el mundo del triatlón a través de la película 100 metros”. Natural de Ica, Arturo estuvo ligado desde muy pequeño a la vida castrense. Culminó su secundaria en el Colegio Militar Leoncio Prado y optó por ingresar al Ejército. Entregando la vida por su país, luchando contra las fuerzas subversivas en el VRAEM, perdió parte de su brazo derecho a causa de una explosión.

Tras ese lamentable suceso fue enviado a Estados Unidos para recibir un mejor tratamiento. A su regreso conoció e incursionó en el mundo del running, ya que los doctores le prohibieron hacer cualquier tipo de deporte de contacto. Comenzó de menos a más. Se entrenaba en la Escuela Militar de Chorrillos ‘Coronel Francisco Bolognesi’ y logró correr unos cuantos maratones. Tenía cierta experiencia en el atletismo y eso lo ayudó más adelante.

Foto: Renato Albino Farfán

 

Luego de ver la película ‘100 metros’ otras tres veces, se puso a buscar dónde se realizaban las competencias del Ironman, considerada la prueba de triatlón más dura y exigente del mundo. Para su suerte se dio con la sorpresa de que nuestro país sería sede de una de estas competencias y enfocó todo su esfuerzo en ello. “Me reuní con muchas personas que me dijeron ‘pero qué resultados tienes’. No confiaron en que tenía la capacidad para hacerlo. Aquí lo importante es que no pierdas la confianza en ti, yo tenía la certeza de que esa prueba la iba a terminar”.

La mayoría de empresas a las que acudió le cerraron las puertas; sin embargo, no desistió y continuó intentándolo. Algunas otras sí alcanzaron a ver un brillo en sus ojos, ese que tienen los niños cuando están ilusionados con algo. Conforme las cosas fueron mejorando se dio cuenta de que necesitaba comenzar con su preparación. Es ahí donde aparece un personaje más que importante y que después lo presentaría con otra persona clave para su futuro.

Un amigo de la vida militar, José Vicuña, le prestó su bicicleta para competir en el Ironman 70.3 (3,86 km de natación, 180 km de ciclismo y 42,2 km de carrera a pie) y lo contactó con un viejo conocido suyo, Allan Moreno. “Allan fue la primera persona que confió en mí. Él tenía esa corazonada de que yo traería resultados o que marcaría un precedente”, cuenta Arturo. Fue así como inició el camino desde la remota quincena de enero. Entrenador y pupilo tenían la consigna de conseguir un hecho histórico convirtiendo a Arturo en el primer paratriatleta peruano.

Foto: Renato Albino Farfán

 

“Uno de los factores que considero, y que creo que es aplicable para todos los aspectos de la vida, es la disciplina. El trabajo también es mental, a veces la exigencia te conlleva a formar un carácter que te hace superar las adversidades que se te presenten. Ser resiliente es clave. Dicen que el 80 por ciento es cómo reaccionas y el 20 por ciento es lo que te sucede”. Estas son algunas de las enseñanzas y aprendizajes que adquirió Arturo Yarasca durante su estadía en el Ejército y que lo han llevado a convertirse en la persona que es. Así como él, hay otros tantos ejemplos.

Los meses transcurrieron y Arturo se fue adaptando a un deporte prácticamente nuevo para él. La transición del agua a la bicicleta y de la bicicleta a la carrera le costaban bastante. Realizar esas dos acciones en el tiempo requerido para no quedarse relegado fue algo que le tomó varias horas y días de sacrificio. Su decisión y determinación otra vez terminaron siendo claves. Evolucionó muy rápido debido a que siguió sus creencias: la única forma de mejorar es en la repetición de cada acto.

El tiempo no se detuvo y llegó el día de la competencia, allá por el mes de abril. Las cosas salieron como lo había planificado, ahora quedaba seguir por ese camino. Y así fue durante el 2019. El paratriatleta nacional mostraba mejoras en cada torneo. Redujo sus marcas y conquistó medallas. Participó en Trujillo y en el Campeonato Nacional de Triatlón. No obstante, también le tocó pasar por los momentos difíciles: las lesiones. Él agradece que tuvo el apoyo de su familia, que lo ayudó a comprender que no debía seguir preguntándose por qué le ocurrió eso, sino para qué le sucedió y en qué debía continuar trabajando.

 

Foto: Renato Albino Farfán

 

“Lo que siempre me ha motivado es poder compartir mi experiencia, porque de alguna u otra manera mi historia puede ayudar a que las personas entiendan que la vida sí o sí te va a presentar obstáculos, te va a presentar algún tipo de eventualidad, pero ya dependerá mucho de ti. A mí una película me cambió la vida, quizás escuchar la historia de alguien también pueda cambiar la tuya”.

Como deportista de élite tiene un sueño más por realizar: clasificar a los Juegos Paralímpicos. Quedan ocho fechas y el calendario para Tokio 2020 arranca en febrero próximo. Los cupos se otorgarán de acuerdo al ranking mundial (acumulación de puntos) en la distancia sprint. Arturo tiene la mira puesta en completar de excelente forma cada 750 metros de natación, 20 km de ciclismo y 5 km de carrera a pie.

“Que se me recuerde como la persona que inició un movimiento que no existía en el Perú. Que las personas se animen. El deporte tiene la capacidad de cambiar vidas, puede sacar lo mejor de ti”. Gracias, Arturo Yarasca. Gracias por enseñarnos que no debemos dejar las cosas a medias. Gracias porque el movimiento paralímpico se expande cada vez más por personas como tú.