Escribe: Franco Sánchez Rodríguez

Jersy Torres luchó con la vida y sus dificultades desde muy pequeño, cuando era prácticamente un niño y estudiaba en el colegio Mariscal Cáceres en Ayacucho. Teniendo solo 14 años fue victima de una de las peores cosas que le puede pasar a un joven en la escuela: el bullying. Y es que, sus compañeros no perdonaban que fuese un niño tímido, callado y reservado, por eso abusaban de él.

Tras varios intentos por controlar esa situación, y al no conseguir una solución, Jersy no encontró mejor opción que cobrar venganza. ¿Cómo lo haría? Pues escogería una academia de boxeo y se dedicaría a entrenar arduamente para volverse más fuerte y así defenderse y atacar a quienes tanto daño le habían hecho.

De esta manera, el púgil ayacuchano llegó a su segundo hogar, la Sociedad de Alto Rendimiento Deportivo Lara. Fue allí donde descubrió el talento, que estaba oculto en su sed de venganza. Sin darse cuenta, y con el pasar del tiempo, fue perdiendo el deseo que en un inicio lo había motivado a convertirse en boxeador y creó una especie de vínculo entre con los guantes, el cuadrilátero y su persona.

“Mi vecino Tony me incentivó a meterme a este deporte. Gracias a él estoy donde estoy. Mi tío Paulo y mi amigo Lino también me ayudaron mucho. Ellos tres hoy no están conmigo, porque fallecieron, pero siempre los recuerdo en cada pelea”.  Lo más importante para una persona que es bien ligada a sus costumbres y a su familia, como Jersy, es ser agradecido. Agradecido con los compañeros que le ayudaron a superar sus problemas y a encontrarle un nuevo rumbo a su vida.

Con 22 años y 49 Kg., el firme representante de la región de Ayacucho se acaba de consagrar campeón del Torneo Guantes de Oro, evento clásico de la Federación Deportiva Peruana de Boxeo que reune a cientos de peleadores de todas partes del país. Jersy superó en un gran combate a Miguel Ochoa y se ha ganado a gritos una convocatoria para formar parte de una preselección.

Foto: Franco Sánchez Rodríguez

De llegar a concretarse esta posibilidad tendría la segunda chance más importante en su corta carrera deportiva; y es que, la primera no la pudo aprovechar por temas económicos que le aquejaban. “Si se da la oportunidad de venir otra vez no la pensaría dos veces. Dejaría a mis padres en Ayacucho y me vendría a vivir con mi hermano”.

Dejar Ayacucho significaría renunciar a su empleo como notificador en la empresa DeLABORUM PERÚ S.A.C, alejarse de su hogar y venir a una ciudad prácticamente desconocida. Pero ese es un reto que Jersy está dispuesto a aceptar con tal de alcanzar su sueños. Y es que, para alguien que trabaja desde que salió del colegio solo es un paso en el camino para convertirse en el futuro campeón nacional.