Escribe: Margarita Rivera Monforte
Desde Brasil

Su cara de preocupación, alejada de la sonrisota con la que minutos antes celebraba junto a decenas de compatriotas en Río. Gladys Tejeda había dejado el jolgorio de una histórica actuación para ir de un lado a otro del Sambódromo buscando a su hermano. ¿Qué había pasado?

“No está Jorge, ¿dónde está?”, le preguntaba con expresión de susto al doctor Víctor Carpio, quien la acompañó hasta el final de su permanencia en la sede la partida y la llegada del maratón femenino en Río 2016. Testigos de excepción, no pudimos evitar cargarnos de su preocupación y tratar de ayudar.

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Pronto nos enteramos del porqué del confuso momento. En su afán de apoyar a su hermana Jorge Tejeda había recibido las zapatillas que ella se quitó al término de la competencia. El problema fue que estas cargaban el chip de medición de tiempo, que debía entregar al finalizar la carrera o, de lo contrario, podría ser penalizada.

Jorge no tenía acceso a la zona de atletas por lo que se llevó los zapatos de carrera y fue al encuentro de su madre, doña Marcelina. Casi al borde de la desesperación, Gladys Tejeda salió del área y buscó en una zona mucho más alejada a su familia. Minutos después, junto a EL POLI y el doctor Carpio, divisó a su hermano y, de paso, se reencontró, por fin, con su madre.

Fue automático el cambio de expresión de su rostro. Le volvió la tímida sonrisa y accedió a tomarse cuanta foto le pidió el público de los alrededores. Acto seguido, corrió con el doctor a entregar el chip. Y enhorabuena. Estaban a punto de cerrar el conteo. Pero alcanzó a entregarlo en el tiempo justo.

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